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Cambio climático a través de un desarrollo urbano verde, resiliente e inclusivo

Entre 1970 y 2021, la cantidad de personas que vivían en las ciudades aumentó de 1190 millones a 4460 millones, y la temperatura de la superficie de la Tierra se incrementó 1,19 °C por encima de los niveles preindustriales. Las ciudades, como motores de la prosperidad, han sido una de las principales causas del cambio climático. En el nuevo informe del Banco Mundial Prosperar: Hacer que las ciudades sean verdes, resilientes e inclusivas en un clima cambiante (PDF, en inglés) se sugiere que las ciudades son una de las claves para solucionar la crisis climática. Para 2050 serán el hogar de casi el 70 % de la población mundial.

 

En el informe se analiza una muestra de más de 10 000 ciudades para evaluar cuán ecológicas, resilientes e inclusivas son, y examinar la interrelación bidireccional que existe entre estas y el cambio climático. A partir de este análisis, se proporciona a los encargados de la formulación de políticas una guía sobre cómo ayudar a sus ciudades a ser más verdes, resilientes e inclusivas —en otras palabras, sobre cómo ayudarlas a prosperar— en un clima cambiante.

 

El estado de nuestras ciudades: verdor, resiliencia e inclusión

Las ciudades de los países de ingreso alto y mediano alto han contribuido en gran medida al cambio climático. Globalmente, alrededor del 70 % de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, la mayor parte de las cuales son emisiones de dióxido de carbono (CO) fósil, proviene de las ciudades. Sin embargo, en 2015 las ciudades de los países con ingresos más bajos representaron solo alrededor del 14 % de todas las emisiones de CO2 urbanas a nivel mundial. El desafío para estas ciudades consiste en cómo desarrollarse sin seguir las trayectorias históricas de emisiones que registran las ciudades de los países con ingresos más altos. Lograr cero emisiones netas a nivel mundial para 2050 depende de que se aborde este problema.

 

Las ciudades de los países de ingreso bajo y mediano bajo enfrentan los mayores peligros relacionados con el cambio climático que se anticipan. La exposición a peligros clave proyectada para 2030-40 en estas ciudades, como inundaciones, estrés térmico, ciclones tropicales, aumento del nivel del mar, estrés hídrico e incendios forestales, es considerablemente mayor que la proyectada para el mismo período en las ciudades de los países con ingresos más altos. Además, estas ciudades son menos resilientes a las perturbaciones y tensiones cada vez más frecuentes relacionadas con el cambio climático, ya que experimentan impactos económicos más graves de los fenómenos meteorológicos extremos.

Por ejemplo, cuando se producen fenómenos meteorológicos extremos, las personas que viven en el campo a menudo buscan refugio en las ciudades. Las sequías prolongadas en las zonas rurales dan lugar a una expansión más rápida de las zonas urbanas. Los nuevos asentamientos suelen ser informales y establecerse en las afueras de las ciudades, y en llanuras aluviales urbanas con acceso limitado a los servicios.

 

Las ciudades de los países de ingreso bajo y mediano son menos verdes en lo que respecta a la contaminación atmosférica. En promedio, las concentraciones de PM2,5 (material particulado de 2,5 micrones o menos de diámetro) fueron más bajas en las ciudades de los países de ingreso alto que en las ciudades de los países con ingresos más bajos. Y las emisiones de PM2,5 que se registran en los sectores residencial y de transporte de una ciudad —sectores en los que la planificación y las políticas urbanas pueden influir más directamente— tienden a aumentar con su población.

 

Mejorar la calidad del aire a través de iniciativas de políticas puede ayudar a las ciudades a mitigar el cambio climático y adaptarse a sus efectos. Muchas de las actividades que contribuyen a la mala calidad del aire urbano, como las actividades industriales y la circulación de vehículos, también agravan el cambio climático. Por consiguiente, se puede afirmar que en las ciudades de todo el mundo existe una fuerte correlación positiva entre las emisiones de CO2 y PM2,5 en los sectores residencial y de transporte.

 

La falta de inclusión contribuye a la falta de resiliencia de las ciudades en los países de ingreso bajo y mediano bajo. Esta carencia de resiliencia puede explicarse por las mayores tasas de pobreza y los menores niveles de acceso a servicios básicos, como salud y educación; abastecimiento de agua y electricidad; gestión de desechos sólidos; servicios digitales y financieros, y servicios de rescate de emergencia.

 

El desarrollo urbano compacto se asocia con menores emisiones de CO2 y de PM2,5 en los sectores residencial y de transporte. Esto sugiere que las políticas locales relacionadas con la expansión urbana pueden ser eficaces tanto para mejorar la calidad del aire como para mitigar el cambio climático. Las ciudades que se desarrollan verticalmente consumen menos tierra, albergan a más personas y son más prósperas. En las ciudades de todo el mundo, la duplicación de la altura total de una ciudad genera un aumento a largo plazo de su población de aproximadamente un 16 % y una reducción de su superficie del 19 % con respecto a otras ciudades. Estos resultados van acompañados de un aumento del 4 % en la intensidad de las luces nocturnas de la ciudad, lo que sugiere un aumento de la prosperidad.