Salud mental es determinante en el desempeño académico de las personas estudiantes

Involucramiento parental ayuda a la salud mental de las personas estudiantes y reduce la probabilidad de usar alcohol, cocaína, tabaco, cannabis y otras drogas.

El acompañamiento y la comunicación de los padres (y personas encargadas) con las y los estudiantes, impacta en una reducción del riesgo de usar sustancias psicoactivas. El IAFA conoce esta realidad, y por eso, trabaja para favorecer la vinculación de la familia, buscando además fortalecer las habilidades parentales en una crianza positiva, que orienten al desarrollo de las personas menores de edad, y prevengan así el consumo de tabaco, alcohol, dispositivos electrónicos para vapear, cannabis, u otras drogas.

Inicialmente, debemos comprender que la salud mental es gozar de un estado de bienestar y equilibrio, en el cual un individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, y además se percibe como una persona productiva, que puede aportar algo a las demás personas (OMS, 2022). De igual forma, es importante señalar que un ambiente o cultura social puede ser propicio para el desarrollo de una enfermedad mental o problema de salud.

El efecto de la salud mental en la educación:

Para Meléndez (2023), la salud mental juega un papel vital en el proceso académico, impactando en un mayor sentimiento de felicidad y satisfacción, que conlleva al desarrollo de la creatividad, y el deseo de innovación. Siendo así, la salud mental ha tomado un eje importante dentro de las investigaciones en el contexto educativo, cuyos resultados permiten aseverar que su inclusión genera beneficios en la población estudiantil, reflejados en el comportamiento social y en el incremento significativo del rendimiento escolar (p.5).

Resulta fundamental, e incluso una necesidad por parte de los padres y las madres, el hacerle sentir a sus hijos que los quieren y les importan; toda vez que se ha identificado que un involucramiento positivo de estas figuras con los y las colegiales, como un factor de protección para reducir la posibilidad de usar sustancias. Además, la exposición a procesos socioeducativos refuerza los vínculos parentales, y enseña técnicas para ejercer el rol paterno de forma integral, contemplando además la salud mental de los padres como factor protector en la guía de los y las estudiantes.

Los modelos educativos y formativos ofrecen la base de la personalidad y el comportamiento de las futuras generaciones, es por eso que el proceso educativo debe buscar ser atractivo hacia el aprendizaje, con el fin de lograr motivación, interés, disciplina, y compromiso; factores claves en el éxito o fracaso de una persona en este periodo.

Es responsabilidad de los padres y las madres fomentar acciones que fortalezcan la salud mental de los chicos y las chicas, con el fin de evitar que los mismos se dispersen hacia otros factores distractores que surgen en el camino, como los son el consumo de tabaco, alcohol, cannabis, cocaína, uso de dispositivos electrónicos para vapear, y otros comportamientos nocivos y de riesgo para la salud (por ejemplo, el iniciar o mantener relaciones sexuales sin responsabilidad).

Desarrollo de habilidades para la vida

La Organización Mundial de la Salud (OMS), propone 10 habilidades con las que se fomenta, motiva e impacta positivamente al estudiantado, habilidades que pueden determinar el éxito de un escolar o colegial.

1. Autoconocimiento
2. Empatía
3. Comunicación asertiva
4. Relaciones interpersonsales
5. Toma de decisiones
6. Solución de problemas y conflictos
7. Pensamiento creativo
8. Pensamiento crítico
9. Manejo de emociones y sentimientos
10. Manejo de tensiones y estrés

Este modelo busca desarrollar en las personas jóvenes destrezas que mejoren la vida personal, familiar y social, y que además se conviertan en una fuerza para afrontar los retos del entorno y de la vida cotidiana. Lo que se propone es generar habilidades que, al ser desarrolladas, repercutan en personas adultas activas, saludables.

En la VI Encuesta Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población de Educación Secundaria (2021), se reflejó que uno de cada 4 colegiales reportó afectación en su salud mental, y que la mayor afectación de la salud mental en colegiales está asociada al consumo de sustancias psicoactivas. Por lo cual, se debe analizar dicho comportamiento, reconociendo que en muchas ocasiones las personas menores de edad utilizan el consumo de sustancias para evadir situaciones o afrontar el estrés, para formar parte de un grupo de pares, para buscar generar atención, o porque perciben estados emocionales adversos que buscan ser evadidos a través del consumo. Cabe resaltar que, en esta etapa del desarrollo, la conducta de consumir tiende estar asociada con una mayor gravedad de problemáticas que impactan a nivel académico, salud física y mental, familiar, y social.

De ahí la importancia de que los chicos y las chicas se sientan acompañados, “estar presentes” en su cotidianidad. Es decir, estar ahí para ellos y ellas, emocional, física y mentalmente, expresando afecto, respeto y consideración a sus necesidades, guiando a que identifiquen y expresen sus emociones sin ser juzgados, además apoyándolos en las tensiones y el estrés que se genera en el desarrollo (a nivel académico y personal). Asimismo, buscarles oportunidades para desarrollar sus talentos o habilidades en el deporte, música, estudio, entre otras. Modelar en una crianza sin violencia, que promueva el diálogo, y la solución de problemas. Igualmente, acudir a buscar apoyo profesional cuando identifiquemos cambios importantes, o situaciones de riesgo.

Por otra parte, es importante que las personas profesionales que tienen contacto con esta población, trabajen en conjunto y presten atención a los síntomas manifestados por el estudiantado, sobre cambios importantes en el estado de ánimo, aislamiento, bajo desempeño escolar, o incluso desmotivación por el estudio. La permanencia académica está asociada como factor de protección hacia una mayor calidad de vida (Sarmentó, 2015, citado por Meléndez, 2023, p.6).

Por: Michael Rojas Vargas

Psicólogo Casa JAGUAR | IAFA